No me gusta el silencio, de alguna manera cuando todo está quieto y no existe excitación en mis tímpanos suelo estar más alerta de lo normal. Una sensación de miedo suele invadirme y eso hace que todos mis sentidos estén al pendiente de cualquier estímulo que invada el espacio. Es por eso que suelo acompañarme de música a cada instante. Una vez que me levanto de la cama mi primera acción del día es prender el radio, solo para romper el silencio.
Ante un capricho de la red eléctrica de la zona en donde vivo (y nunca supe que la hizo enojar), un día decidió pasar más electrones de los debidos y mis aparatos eléctricos dejaron de funcionar, entre ellos, por supuesto, mi equipo de sonido.
Ayer mientras estaba en casa, después de un día completo de recreación, acomodando las cosas para empezar la semana de la mejor manera, el silencio que invade mi casa desde entonces se vio interrumpido por una onda sonora generada por la vibración de mis cuerdas vocales. Al percatarme de que estaba hablando sola no pude hacer otra cosa más que soltar una carcajada ante tal situación. He escuchado la frase de “pensaba en voz alta”, pero creo que lo que escuché sobrepasó por mucho esta expresión.
Me descubrí entablando una conversación conmigo, haciéndome preguntas, contestándolas y al mismo tiempo debatiendo mis propios argumentos.
- Candy: ¡estas loca!... pero eso ya lo sabias desde hace mucho tiempo… -
Pensaba, mientras continuaba con mis labores hogareñas esperando acabar pronto para poder irme a la cama. Al poco tiempo volví a percatarme de que mi cerebro, por alguna razón que no entiendo, seguía mandando la instrucción de que vocalizara mis pensamientos, así que en ese momento decidí que no lucharía mas contra esa fuerza extraña que me obliga a decir lo que pensaba, me senté en mi sillón favorito con una rica taza de café y me dispuse a hablar conmigo, con mis pensamientos y a enfrentar el corazón y la razón. No puedo negar que al principio me costó trabajo, pero después de un rato estaba completamente cómoda hablando para mi.
Muchas veces, cuando existen disyuntivas en tu vida, sueles encontrarles soluciones, pero necesitas que alguien externo a ti te diga que es lo que piensa y de esa manera validar que tus argumentos y tus decisiones son las correctas. Probablemente si ejercitamos este extraño hábito de hablar solos encontraremos en nosotros a esa persona que nos dice lo que piensa, y de esta manera darnos cuenta que lo que se nos ocurre son buenas soluciones, probablemente las mejores, si viene de adentro con una extraña mezcla entre razón y corazón no puede estar mal, y quien mejor que nosotros mismos para validar nuestras ideas.
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