A tempranas horas por la mañana el servicio de transporte público siempre está saturado, y puedes ver a lo largo de las calles gente que parece adorna los microbuses y camiones tal cual esferas colgadas en un árbol de navidad.
Entre el caos que genera tantos autos y gente a esa hora por la mañana, no ves más que caras con sueño, caras enojadas, caras desesperadas... pero rara vez te encuentras con una sonrisa a esa hora.
El servicio público en el que muevo hace una parada importante en el Centro Comercial que se encuentra justo en el cruce de los ejes más transitados de esta ciudad, y es ahí donde mucha gente baja y el ambiente dentro del camión se vuelve mas tranquilo.
Por fin consigo un asiento y mis ojos no se separan de la ventana, mientras seguimos el camino no puedo mas que pensar en detalles sobre las cosas que tengo que hacer este día, y probablemente en ese curso la gente solo vea como cambian las expresiones de mi rostro mientras en mi cabeza solo pasan imágenes diferentes que seguramente acompañan a la secuencia de gestos.
Ya casi llegando a mi destino solo puedo ver el reloj, y mientras el camión se detiene la gente empieza a bajar, y yo espero sentada que se desocupe mas para no toparme con tanta gente en mi camino. Mientras bajaba escuchaba la voz de una niña, feliz, dirigiéndose a su mama mientras bajaba del camión y observaba su mano: -¡¡ya despertó mami!!. Mi curiosidad hizo que dirigiera mi vista hacia su mano para saber que quien había despertado era una semilla. La niña traía una gran semilla en la mano, que al parecer venia dormida y la niña estaba muy ansiosa por que despertara.
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