Ya he mencionado como, conforme el tiempo pasa, nuestros círculos se van cerrando y se hace cada vez más difícil tener nuevas ideas que confrontar, o argumentos que debatir o, mejor aún, encontrar gente con ideas similares a las tuyas.
Afortunadamente, eso que a veces cuesta tanto, me lo ha dado mi trabajo de manera espectacular. En estos meses en el Bajío he tenido la gran oportunidad de conocer todo tipo de gente con todo tipo de proyectos. Gente a quien le ha ido bien, gente a quien le ha ido mal y aún no se rinde y gente que se ha dado por vencida. Gente cuyos caminos han sido fáciles y fluidos y gente que ha tenido que luchar para llegar ahí. Gente con estrella, gente con la que probablemente jamás entablaría una amistad, gente similar a mi, gente tan diferente a mi y con ideas tan parecidas...
Pero lo mejor de todos estos encuentros, fortuitos o no, ha sido sin duda lo mucho que uno aprende escuchando las historias de los demás. No solo las historias de éxito, sino aquellas de fracaso en donde creemos que tenemos el mundo a nuestros pies, y nuestra capacidad ha sido por demás probada, y nuestras amistades y colegas han podido validar lo mucho que nos gusta hacer nuestro trabajo y de pronto eso no sirve para nada.
Esas historias de fracaso son las que escuchamos el segundo jueves de cada mes, en un evento llamado FuckUp Nights, y aunque las reglas para los discursos de los invitados (llamados fracasados de cariño) son claras, rara vez alguien las sigue y la pasión les gana, buscando enfatizar en aquello que ellos consideran importante con el objetivo de, al final, incitarnos a seguir luchando por aquello que creemos, queremos, o sabemos que tenemos que hacer. Sin duda todos los días podemos aprender de los demás.
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