Estoy tan acostumbrada a la compañía, que cada vez que Moka y Douglas no están en casa se siente un silencio tan perturbador, que me da miedo.
Por razones de logística, esta vez no pudieron acompañarme en las vacaciones, y vaya que fue una gran decisión porque con todos los acontecimientos hubiese sido muy difícil y pesado para ellos llevarlos. Hoy, después de una semana, Moka y Douglas regresan a casa, a llenarla de pelos y babas como es su costumbre, pero sobre todo a ser mis fieles compañeros en estos días pesados.
Se han vuelto parte tan importante en mi vida que incluso dormir cuando no están se vuelve intranquilo. No son unas peritas en dulce, si son un desmadre, escandalosos, estorbosos, babosos (literal) y super energéticos, pero definitivamente no me imagino mi vida sin ellos en este momento.
Hoy fui por ellos a la pensión, y no puedo negar que mi corazón solo brincaba por verlos otra vez, pero siguiendo los sabios consejos de César Millan, traté de no demostrarles afecto, solo tomarlos, subirlos al coche y manejar a casa. ¡Qué difícil! porque es obvio que en cuanto los vi, lo único que quería hacer era abrazarlos y apapacharlos!
Hoy mis perrunos regresan a casa para darle el toque que le hacía falta después de las vacaciones, y para darle la normalidad exacta a mi vida, bueno... tanto como se puede.
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