miércoles, 23 de abril de 2014
Mi trabajo es magnífico. Me permite resolver situaciones todos los días que implican no solo un buen análisis de la situación, sino muchísima creatividad para resolver los problemas. Día tras noche mi mente se mantiene ocupada inventando cosas nuevas: nuevas formas de hacer las cosas, nuevos procedimientos, maneras de sortear los procedimientos ya establecidos... incluso mi subconsciente me traiciona y me ha demostrado en sueños las soluciones a las cosas con las que me voy a la cama.
Es maravilloso tener la mente ocupada, pero a veces, es cansado, y lo único que quiero es escuchar historias que no tienen nada que ver con el trabajo y que salen de mi rutina diaria. A veces, lo único que necesito es desactivar mi mente para vaciarla de aquello que no sirve y dar lugar a cosas nuevas.
Pero apagar mi mente se ha convertido en una de las cosas más difíciles del mundo para mi. Sin embargo, la combinación perfecta ha sido poco a poco descubierta: una buena compañía y una botella de vino. Siempre he creído que el vino se toma en compañía, aunque a veces mi propia compañía es suficiente para disfrutarlo, pero abrir una botella de vino mientras sucede una charla sin sentido es lo mejor para desalojar la mente.
Esas charlas en donde solucionas el mundo de problemas tan complicados como el problema del calor nocturno en Irapuato, o de como enfriar las chelas de la manera más rápida posible, o de como tener ganas de correr con estos calores infernales, o hacer que el bolillo de una guacamaya no se ponga aguado si la guardas... esos problemas graves que carcomen al mundo...
Definitivamente no hay nada como despejar la mente de esa forma... y como siempre he dicho, si una botella de vino de abre, tiene que acabarse.
Mi mente esta libre y lista para mañana!
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